Un regalo que es semblante de la nada
Un regalo que no hubiera sido posible sin la errancia. Su semblante es el desierto.
Cuando se intenta pensar algo sobre el desierto, todo se evapora rápidamente, se derrite, resulta innombrable, como todo lo que implica sexualidad y muerte. Allí no existen tiempos cronológicos. Las horas se erosionan en un lento tic-tac imaginario. La noche se enmascara eterna y comparte la densidad de la angustia.
Existen aspectos "positivos" de lo desértico. En principio es:
- Un lugar sin desolación.
- Un saber-estar solo.
- Una calma que permite estar-solo.
La escritura es un encuentro con lo desértico. Dejar que lo desértico pulse, permite ingresar en una danza nueva que rechaza el goce de lo inútil. Es una manera de arrancar el ancla que detiene al acto.
La soledad no se encuentra, se hace. Y se hace con otro, dijo Marguerite Duras. Sin lo desértico del otro es impensado explorar lo llano, la nada, “las tinieblas de mi deseo” diría Barthes.
Es en el camino al desierto que uno logra “embrutecerse” según Gabriela Pedrotti, -de soledad agrego yo-, para perder esas envolturas que cubren las imágenes que habían donado los Otros, abandonar a la familia para renunciar a las inhibiciones y vivir la vida arriesgadamente desnuda, parafraseando a Dufourmantelle.
Mirar con ternura los ambages de la vida humana no es sencillo. El desierto como semblante de la nada.
M
Hermoso escrito.
ResponderEliminar¡Gracias, Euge!
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